Elvira Ruiz Marcos (Lina Morgan) es un médico muy especial, pues se marea cuando ve la más mínima gota de sangre. Esto es debido a que terminó la carrera obligada por su madre (Mari Carmen Prendes), que había sido enfermera y a toda costa quería que su hija fuese médico. Tras varias intentonas, Elvira decide aceptar un puesto de médico en un pueblecito. La llegada es celebrada como un gran festejo, y Elvira, una mujer médico, produce la desilusión en la primitiva mentalidad de los lugareños, que no aceptan a una mujer para curar sus enfermedades. Como el pueblo lleva seis años sin médico, está haciendo su agosto el veterinario, Ataúlfo Mínguez (José Sacristán), que atiende a los habitantes cubriendo las apariencias y haciendo como que cura enfermedades de animalitos. La reacción de la doctora es irse, pero comprende que es un deber de humanidad sacar al pueblo de su error, y para ello decide denunciar las actividades ilegales del veterinario.