
Una escultura de arcilla cobra vida a través de la búsqueda obsesiva de la perfección de un escultor. Inmerso en la oscuridad de su taller, plasma cada una de sus formas a su imagen y semejanza. La escultura se da cuenta que está rodeada de numerosas copias distorsionadas e inacabadas de sí misma que llenan por completo el espacio circundante.