En 2005, en un chalé de Cálig, aparecen dos personas asesinadas, maniatadas y con un disparo en la cabeza. A veces el reto no es hallar al sospechoso, sino probar su culpabilidad. En este caso, una de las víctimas dejó una pista decisiva antes de morir, planteando la pregunta de si realmente podemos escapar de lo que ya está escrito.
