
Es verano de 1994 y Conchita Martínez está en un segundo plano, criticada por su juego y a la sombra de Arantxa Sánchez Vicario. Sin embargo, ha reservado sus mejores fuerzas para el torneo más emblemático del tenis. Puede convertirse en la primera española de la historia en conquistar Wimbledon. Con todo en contra, tendrá que vencer a sus propios fantasmas y a la mejor jugadora sobre hierba de la historia, Martina Navratilova, para escribir una de las páginas más bellas e inesperadas de nuestro tenis.